CIRCO DONADSON:
La familia del circo Donaldson sigue con su sonrisa en la boca a pesar de que la función quedó suspendida. ::
No espere leones, ni hipopótamos ni dromedarios. Tampoco exija ver tigres de bengala, cebras o cocodrilos. «Esto no es el zoológico, es el circo». Es el espectáculo de los artistas: trapecistas, payasos, equilibristas y malabaristas. Un pequeño teatro cómico ambulante, en el que saben donde actúan hoy pero no mañana. Es la otra cara del maravilloso mundo del circo, la que representan los circos familiares.
Se trata de un mundo diferente, sin grandes presupuestos, pero con ilusión. Aquí los artistas multiplican sus funciones explotando su ingenio al máximo. El payaso es también el electricista, el montador, hace las veces de técnico de sonido o el saltador se cambia rápidamente para volver a la pista a realizar un juego de magia.
Un ejemplo de ello es el Circo Donaldson de Julio Roy. Ésta pista deambulará por toda la Comunitat Valenciana hasta el mes de diciembre, cuando pondrán punto y final a sus actuaciones en tierras levantinas con la feria IFA, donde trabajarán para otro circo de más entidad. Porque el Donaldson sólo tiene cinco años de vida, y nació con motivo de la separación de un circo más importante, como es el Roma.
Julio asegura que no podría mantener animales, porque «si les doy de comer a ellos tengo que dejar de comer yo. En el circo Roma, mi socio era el que llevaba la parte de los animales y yo tenía todo lo referente a los artistas, cuando nos separamos él se llevó su parte y yo la mía».
Roy se queja de que la gente busque en el circo el espectáculo de las fieras exóticas. Sin embargo, «los circos que tienen una gran cantidad de animales lo hacen porque es una forma de rellenar».
Y es que Julio Roy apela al circo tradicional. «Nosotros tenemos una actuación muy buena, hacemos reír a la gente y pasan un muy buen rato, que es de lo que se trata el circo».
En este pequeño circo sólo hay dos familias, la de Roy, y otra que tiene contratada para hacer las entradas de payasos con perritos. Con ello, sacan adelante «muy costosamente», como indica el gerente del circo.
En la actualidad, como muchos sectores, el circo no pasa por sus mejores momento. Las vacas gordas de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta en las pistas llegaron a su fin. Ya no hay llenos hasta el anfiteatro, «si un día vienen cincuenta o sesenta personas ya puedo dar gracias».
Julio Roy acusa a la crisis mental que tienen los ciudadanos como causante de este déficit de espectadores. «No puede ser que una madre le diga a su hijo que no puede ir al circo porque tienen mucha crisis, sobre todo cuando después se va con su marido a desayunar o a tomar café al bar todos los días. Es mejor que le diga que este fin de semana se van a ir a la playa o que en el parque han puesto columpios nuevos, pero no la crisis», critica el propietario.
Además, hay que pagar a los artistas «y sin público es imposible». Ellos «cobran por actuación, no tienen un sueldo fijo, lo que significa que hay días que pierdes dinero porque decides hacer la actuación aunque haya 20 personas». Sin embargo, como argumenta Roy, «esto es jugar un poco con la suerte, porque aunque no ganes dinero ese día, el boca a boca puede hace que hagas taquilla al día siguiente».
Los municipios «exprimen»
Pero los grande problemas de los circos no sólo están en el público, ya que «en un pueblo de quince o veinte mil personas siempre hay gente que va al circo». Las dificultades vienen por los Ayuntamientos «de esta comunidad».
Roy explica que Zaplana sacó adelante una ley autonómica de espectáculos ambulantes en la que se exige a los circos 30.000 euros de aval si tienes un aforo de 300 personas. «Eso significa que, si no tienes el dinero del aval, tienes que hipotecar una propiedad para poder salir adelante». Sin embargo esta medida es un arma de doble filo, ya que «si la cosa no funciona bien, o tienes que hacer algún tipo de reforma en la carpa, instalación eléctrica... no puedes, ya estás hipotecado».
Roy lamenta también las exigencias de los Ayuntamientos, «que piden hasta lo que no puedes tener». Un ejemplo de ello son los acoples de los tensores de la carpa: «se me rompió uno y fui a la ferretería a por un recambio, que tenía la homologación CE, pues el técnico de turno me pedía que le diese la factura de compra o el paquete donde estaba envuelto».
De la misma forma, Julio Roy compara la Comunitat Valenciana con Andalucía en cuanto a prestaciones a los espectáculos ambulantes. «Aquí, en cada pueblo en el que te instalas tienes que poner un enganche de agua y otro de luz, entre los dos y los gastos de los Ayuntamientos por la cesión de los terrenos los pagos suben a 600 euros antes de saber cuánta gente va a venir.
En Andalucía no es así, «tú haces un contrato con las empresas y a partir de ahí puedes conectar en todas las poblaciones que tiene la compañía. Además, los ayuntamientos te cambian los gastos de cesión de los terrenos por entradas que regalan en las casas del jubilado o en colegios para discapacitados, lo que es un bien social para el pueblo y tú no tienes que desembolsar el dinero», asegura Roy.
En estos momento difíciles, sólo su vida, el circo, les permite tener una sonrisa en la boca. A pesar de las complicaciones por las que atraviesan, día tras día salen a la pista con una enorme sonrisa en la boca. Éste es el complicado mundo del circo.
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